Por Sandro ROJAS FILÁRTIGA
Aspectos extraídos del libro MEMORIAS DE UN COMBATE
CÁSTULA TORALES – Madre de Marcelino Torales
“El mejor recuerdo que me queda es el amor que brindó a toda su familia”
Marcelino era una persona muy buena, respetuosa, ejemplar, querido por todos, era muy cariñoso con nosotros. Era el segundo de mis hijos, muy apegado a mí y a sus hermanas. También se acercaba a las personas para conversar o preguntarles si necesitaban algo.
El mejor recuerdo que me queda es el amor que brindó a toda su familia a pesar que era muy joven.
Pensaba en su futuro, quería progresar, y me decía “mamá, que lindo que esta nuestro barrio y va a ser mejor todavía, dentro de 5 años nosotros vamos a tener luz, va a brillar todo acá, vamos a salir caminando hasta la ruta, agarramos un colectivo y nos vamos a pasear por ahí”. Siento que ahora el brilla en el cielo.
El jueves 2 de octubre Marcelino vino a casa de franco. Ese mismo día fue a trabajar con un arquitecto que lo empleaba, siempre lo hacía cuando salía de franco. Trabajó hasta el sábado y a la tardecita se fue para al Cuartel porque el domingo 5 de octubre entraba de guardia.
El domingo, el padrino de Marcelino llegó a la siesta para avisarnos que algo pasaba, nos cuenta que había escuchado tiroteos y que vio mucha gente tirada cuerpo a tierra y otros que corrían.
Más tarde me entero del ataque al Regimiento y fuimos enseguida al Hospital Central para averiguar si Marcelino había sido herido, nos dijeron que a él no le había pasado nada, que estaba bien.
Nosotros no nos entramos ese mismo día de su muerte porque en el Cuartel tenían la dirección de nuestro domicilio anterior, y como hacía poco que nos habíamos mudado no la habían cambiado. Hacia allí van, en la tarde de ese domingo, para avisarnos pero no nos encontraron.
Mi hijo mayor trabajaba en el Servicio Penitenciario. A las 7 de la mañana del lunes salió de su trabajo y se fue directo al Regimiento, se encontró con su tía, mi hermana, allí se enteraron que Marcelino había muerto. Él entró a ver el cadáver, lo revisó, vio los tiros en su cuerpo y se desvaneció.
El lunes a primera hora empezaron a circular las listas de los muertos por la radio. Me vino a buscar un sobrino y nos llevo al regimiento.
Fue muy triste ver todos los cajones con nuestros hijos allí, una imagen que jamás pensé que iba a ver.
En la entrada también estaban los cuerpos de los terroristas muertos que habían atacado.
Era inimaginable que eso suceda aquí. Era un lugar tranquilo, nunca pasaba nada. Nos robaron la paz que había hasta ese momento.
Lo que me pregunto hasta el día de hoy es, por qué? Por que mataron a soldados que estaban cumpliendo con el servicio militar obligatorio, todos chicos inocentes, no le hacían mal a nadie.
Yo ya estoy “viejita” pero todavía tengo ánimo para ir cada 5 de octubre al Regimiento 29 adonde él selló con su sangre. Yo no puedo dejar en el olvido lo qué paso aquella y ahí tengo que estar, ¿no te parece?
El ya no está con nosotros, pero creo que¨nos está escuchando, como que está presente con nosotros ahora. En estos momentos está a mi lado, así como antes traía su silla, se sentaba junto a mí y conversábamos por horas. Yo no me olvido cuando él se despidió de mi y se fue el último día que me dijo “mama me voy, mañana vuelvo, guárdame mi ropa” y yo se la guardé pero no volvió más.
Siempre lo tengo en mi corazón presente, nunca me olvido, yo me acuesto recordándolo y me levanto recordándolo también…me hace mucha falta.
NINA TORALES, hermana de Marcelino
“Quiero gritar bien fuerte, gracias Marcelino!!!”
Los hermanos Torales somos siete, Martin, Marcelino, yo, Julián (fallecido a los 28 años en un accidente de tránsito), las mellizas Manuela y Juliana (también fallecida hace poco tiempo), Brígida y Emilio. Con Marcelino éramos cercanos en edad, cuando el fallece yo tenía 17 años. Estábamos muy pegados, compartíamos todo, amigos y salidas, confidente de mis cosas, “compinches” les decimos en Formosa.
Antes de entrar al servicio militar estudiaba en la Escuela de Comercio, le faltaba poco para terminar. Quería ser arquitecto pero su pasión era la música. Cantaba en el Club Don Bosco, imitaba a Sandro. En esa época se organizaban eventos que se llamaban “suba y cante”, cantaba muy bien y tenía muchos seguidores.
En esa época yo trabajaba como empleada domestica con cama adentro, solo salía los domingos al mediodía para ir a mi casa un rato.
Cada vez que salía del cuartel, Marcelino pasaba en donde trabajaba para verme un ratito. Días antes del 5 de octubre, pasó a saludarme, como llovía le di un paraguas, me agradeció y dijo, “ahora estoy contento porque te vi, por más que me moje no me importa”
El domingo 5 llegué a mi casa y pregunté por Marcelino, me dijeron que estaba de guardia. Almorcé en familia y a la tarde salí rumbo a mi trabajo nuevamente. Me dispuse a ir caminando porque en esa época los colectivos tardaban en venir. La casa en la que trabajaba estaba en el centro, adonde ahora hay una conocida pizzería sobre la calle 25 de mayo. Caminé por la ruta hasta la calle Padre Grotti, allí había policías que me hicieron desviar, a medida que seguía caminando me encontraba con retenes policiales que me cortaban el paso y me seguían desviando de mi camino. Seguí hasta la calle Juan José Silva y encaré para la 9 de Julio. Nuevamente me detienen, ya no sabía para donde ir. Finalmente cruzo la avenida a la altura de donde hoy está la distribuidora de Coca Cola.
Cuando llego a la casa, luego de caminar más de una hora, le digo a la señora que me empleaba que iba a comprar el diario como era costumbre, pero ella ya no me permitió salir.
Su yerno que era médico del Hospital Central, sabía lo que había pasado. Me sacó la radio y me dijo que me vaya a acostar.
A las seis de la mañana del lunes me levanto para comenzar mi tarea diaria. Cerca de las ocho me llama mi madre por teléfono y me pide que vaya urgente para mi casa. No me dio el motivo pero me pidió que deje todo y vaya.
Cuando salgo a la vereda para retornar a mi casa, una de las chicas que trabajaba en una casa cercana me cuenta lo que sucedió en el regimiento. Recién ahí me enteré del ataque y sentí el alerta interno del llamado urgente de mi mamá. De todos modos me repetía en mi mente “a mi hermano no le pasó nada”.
Llegar a mi casa y enterarme de la muerte de Marcelino fue un golpe terrible, me produjo un dolor infinito. Enseguida nos preparamos y fuimos la familia completa al regimiento.
El pueblo entero de Formosa se volcó al cuartel y luego al cementerio, no faltó nadie. Hoy, tantos años después, quiero agradecer al pueblo de Formosa de aquella época, a todos los que estuvieron esos días a nuestro lado. Nunca voy a terminar de agradecerles.
Yo solo quiero darle las gracias por cómo fue con nosotros en los años que lo tuvimos. Gracias por haber sido buen hermano, buen hijo, buen amigo.
Quiero gritar bien fuerte, Gracias Marcelino!!!
BRIGIT TORALES, hermana de Marcelino Torales
“Desde mis ojos de niña recuerdo la última vez que lo vi”
Yo era muy chica pero conservo lindos recuerdos. Tenía una linda melena, brillaba su cabello. Era muy estético, le gustaba estar bien vestido y arreglado.
Amaba la música, entonces cuando tomaba un palo de escoba y lo utilizaba como micrófono cantando frente al espejo. Le gustaba lo melódico, era un romántico.
Desde mis ojos de niña recuerdo la última vez que lo vi, fue la tarde que se iba al regimiento luego de su franco y llevaba una bolsita con frutas que le había comprado mi mamá.
La mañana del 6 de octubre recuerdo estar en mi casa, esperando a Martin, mi hermano mayor, que había ido al regimiento para buscar novedades. Llegó en bicicleta y la tiro con bronca, nunca me olvidaré su llanto desgarrador, gritando dijo: “Murió Marcelino!!!”
Aquella niña que fui cuando murió Marcelino siente que le hubiese gustado crecer con él, tenerlo junto a mí, y esta mujer que soy desearía que nuestros hijos disfruten de su tío, de lo gran hombre que fue hasta que nos dejó.
MARTÍN TORALES, hermano de Marcelino Torales
A principios de 1975, año que Marcelino fue incorporado al Servicio Militar, yo estaba en Buenos Aires incorporado en el Servicio Penitenciario. Trabaje en los penales de Villa Devoto, Caseros y custodiando a mis superiores.
Fue un año muy duro, mi destino en el servicio hacia que esté al tanto y atento a los atentados que se sucedían a diario.
Podía venir seguido a Formosa, durante esos viajes vi un par de veces a mi hermano. Conversábamos largo rato y en esas charlas me confesó la posibilidad de que se podía producir un ataque guerrillero al Regimiento 29.
Quizás algún superior le mencionó esto, pero si me decía que la rutina diaria era dura, como en instrucción permanente. Los superiores le pedían sobre todo responsabilidad ante esta posibilidad.
En septiembre, un mes antes del ataque, regreso nuevamente a Formosa y ya me quedo acá definitivamente.
El 5 de octubre estaba de guardia en la U10. Un compañero me cuenta que atacaron el Regimiento y me dice para ir a ver. Le respondo que es imposible dejar el puesto, que para eso teníamos que pedir autorización.
Inmediatamente llego un refuerzo de guardia a raíz de lo sucedido. El movimiento en la calle era muy grande, vehículos y personas que iba y venían.
Finalmente el lunes 6 pido permiso y voy al Cuartel, estaba destrozado.
Allí me encuentro con el cajón de mi hermano. Lo recuerdo hoy, 43 años después y me sigue doliendo como el primer día.
Mi máxima preocupación era como iba a hacerle entender a mi mamá que le habían matado un hijo.
Marcelino tenía un rasgo que lo hacía diferente, era un hombre bueno.
Era simpático, “comprador”. Si había un problema él era el mediador y trataba de arreglarlo, de frente, conversando.
Era “laburador”, en cada franco hacia changas de albañil. Es muy propio de nuestra familia, trabajar y trabajar.
Yo seguí mi vida como pude, pero lo extraño mucho, cada día pienso en él.
Sin dudas, Marcelino es un Héroe de esta Nación.
*Fragmentos del Capítulo perteneciente al libro MEMORIAS DE UN COMBATE de Sandro Rojas Filártiga.
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Asimismo el libro es complemento del documental LOS VALIENTES DE FORMOSA