Por Sandro ROJAS FILÁRTIGA
Aspectos extraídos del libro MEMORIAS DE UN COMBATE
ZULMA ROJAS – Hermana de Dante Salvatierra
“Pienso en las charlas que podíamos haber tenido, en los encuentros que no pudieron ser”
En 1975 yo tenía 12 años. Vivía con mi familia en Colonia Soledad, hoy ese lugar se llama Soldado Dante Salvatierra.
Nací el 29 de septiembre de 1963 a las ocho de la noche en el seno de una familia muy humilde. Mi madre muere a las nueve de la mañana del día siguiente. Debido a su muerte se iba a ser más difícil criarme.
Por ese motivo, mi abuelo decide hablar con la familia Salvatierra para ver si ellos se podían hacer cargo de mí para darme crianza y educación.
Cuando tenía 11 años mi papá de sangre aparece para conocerme. Allí mis padres me cuentan que no era su hija de sangre pero que siempre me iban a amar, que nunca iba a dejar de ser su hija.
A “mis viejos” quiero agradecerles por criarme, educarme y hacer de mi una mujer de bien, a enseñarme valores que conservo hasta el día de hoy.
La última vez que vi a Dante fue una semana antes de su muerte. Llegó a la una de la mañana y nos levantó a todos diciendo que había llegado “el patrón de la casa”.
Cada vez que entraba lo hacía con una gran sonrisa, su sola presencia era una fiesta.
Cualquiera sea la hora de su llegada mi mamá siempre le preparaba un bife con cebolla y huevo, “bifes a la criolla” le llaman.
En esa última visita, Dante nos avisó que el 6 de octubre le iban a dar de baja, así que mamá esperó ansiosamente que pase esa semana para volver a tener a su hijo en casa.
El lunes 6, cuando llego al colegio, el maestro nos dice que hubo un ataque terrorista en el Regimiento 29. Relata además que habían muerto diez soldados, un policía, un sargento y un subteniente. Cuando me entero de la noticia no se me cruzo por la cabeza que mi hermano podía estar muerto.
Al salir de la escuela un vecino, Don Segundo Lafuente, me suelta una frase que al día de hoy retumba en mi cabeza; “…Zulma, te enteraste que mataron a Dante en el ataque al Regimiento?…”.
Testigos me cuentan luego que no dije una palabra, quedé muda, tomé mi bicicleta y encaré para mi casa junto a Walter, un sobrino de Dante, hijo de Atenor (mi hermano mayor) que vivía con nosotros e íbamos a la misma escuela.
El colegio quedaba a cinco kilómetros de mi casa y durante todo el trayecto le preguntaba a Walter, que solo tenía nueve años, como iba a decirle a mi mamá de la muerte de mi hermano.
Cuando llegamos a la casa vimos huellas de unos vehículos, entonces dije; “Ya lo sabe”. Había una camioneta de Vialidad y otra de la Policía.
“Hija, ellos me dicen que Dante está muy grave, pero nadie me va a mentir, yo siento que mi hijo está muerto” me dice apenas entro.
De alguna forma la quisieron preparar para que el dolor se atenúe, pero su corazón de madre le reveló la verdad.
Ella quería salir en ese mismo momento a la Ciudad de Formosa, pero la Policía no se lo permitió argumentando que la ruta era muy peligrosa a raíz de lo sucedido.
Esperamos tres días. El cuerpo de Dante llegó finalmente el miércoles 8 de octubre a las cinco de la tarde. El ataúd se llevo a la Iglesia, luego al campo adonde se lo veló toda la noche. El jueves 9 trasladan el féretro a Estanislao del Campo adonde la Intendente de ese momento, Doña Máxima Navarrete, le realizó un homenaje.
A partir de ese día todo cambió en mi casa. Mi mamá comenzó a enfermarse seguido, siempre estaba triste, decía que nadie le iba a devolver a su hijo. Repetía constantemente que no quería seguir viviendo.
Al año y medio de la muerte de Dante, sufre un infarto. La trasladamos a Formosa Capital adonde permanece internada durante cinco meses. Fallece el 20 de septiembre de 1977. Tenía 56 años.
Terminado el rezo de los nueve días por la partida de mi madre su cumplían los dos años de mi hermano. Siempre sentí que prefirió irse con su hijo.
Mi madre fue ejemplar. Mujer de campo, lo que tuvo lo hizo luchando, con sacrificio. Fue una excelente mamá, esposa, vecina, siempre brindándose al prójimo. Una guerrera sin dudas. Junto a mi papá formaron una hermosa familia.
Mi papá también era hombre de campo. Sobrevivió la muerte de Dante y de su esposa con un espíritu inquebrantable. Siempre nos decía que debía vivir por nosotros, por los que quedamos. Ya había sido muy doloroso aquella dos perdidas como para dejarse abandonar. Falleció el 10 de agosto de 2012 a los 93 años.
El recuerdo de Dante es hermoso. A menudo me decía; “Hermanita, siempre vas a contar conmigo. Yo soy más grande que vos y cuando me pidas algo te prometo que te lo voy a cumplir”.
Éramos muy compinches a pesar de la diferencia de edad. Hicimos infinidad de travesuras juntos. Mis padres nos vivían retando para que dejemos de hacerlas pero nosotros las hacíamos igual. Desde encerrar a los terneros para luego enlazar sus patas hasta quemar un árbol que estaba pegado a mi casa lo cual casi provoca un incendio.
A pesar de todas esas travesuras nuestros padres jamás nos pusieron “una mano encima”.
Los primeros años siempre lo esperaba. A la siesta pensaba que podía llegar. Me convencí que no venia mas cuando cambiaron el ataúd. Ahí vi su cuerpo. Entonces acepté definitivamente su muerte.
Toda la vida me hizo falta, y con el correr de los años siento cada vez más su ausencia.
Pienso en las charlas que podíamos haber tenido, en los encuentros que no pudieron ser. Lo voy a extrañar hasta el último día de mi vida.
Ellos sin dudas fueron valientes que entregaron su vida por todos nosotros.
Dante siempre será mi confidente, mi ídolo, mi amigo, siempre será mi todo.
*Fragmentos del Capítulo perteneciente al libro MEMORIAS DE UN COMBATE de Sandro Rojas Filártiga.
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Asimismo el libro es complemento del documental LOS VALIENTES DE FORMOSA