Por el MY Guillermo Martín PÉREZ MARIGNAC, Escuela de Infantería
“In hoc signo vinces”
El 14 de junio es tomado como día de derrota, tristeza y dolor, siendo estos los sentimientos que embargan, predominan y lo caracterizan. Es la antítesis del dos de abril, día de celebración y admiración por la capacidad de nuestros hombres de llevar a cabo la ejemplar y exitosa Operación Virgen del Rosario.
Pero veamos al 14 de junio, día de la rendición de nuestras fuerzas en las Islas, como un día de oportunidad, ya que no fue derrotada nuestra voluntad para seguir luchando por ellas. Esta fecha debe marcar el inicio de la explotación de las acciones que nos llevaron a ese resultado. Aprender de los errores para evitar su repetición y detectar las fortalezas que nos permitieron llevar, honorablemente, una guerra en condiciones de inferioridad.
Empezamos, no hace mucho tiempo, a revalorizar, no las operaciones, que se miden en éxitos o fracasos, sino a los hombres que participaron en ellas, dándoles el justo reconocimiento por su valor y lo que es más importante, a escucharlos que tienen que decir del aspecto humano de la guerra.
Este aspecto humano, es propio de nuestro ser, sin distinciones de grados o jerarquías. Es la situación del hombre que debe enfrentar lo más horroroso que plantea la naturaleza humana, cual es pelear a muerte, matar o morir.
La ideologización de las cosas, a las cuales somos tan afectos, trata de segregar, la experiencia de la guerra, entre los soldados y los cuadros, entre quienes son los que pelearon bien y quiénes solo se entregaron a su bienestar, como si unos u otros podrían ser ajenos a los acontecimientos que ocurrían alrededor.
Pero los hechos demuestran la verdad. La eficiencia en combate solo se logra con la cohesión de las fracciones, y la tenacidad de la defensa demuestra que dónde las tropas se hallaban cohesionadas, se presentó duro combate al profesional soldado inglés.
Entonces, si la cohesión es la base de la eficiencia, ¿cuál es su amalgama? Y la respuesta es desde donde se pretende partir conceptualmente, porque es esta amalgama la que estaría empezando a fallar en nuestras organizaciones, ya que, en nuestra actualidad, ya no existen dogmas, como los valores, sino que todo concepto, es dable al debate u opinión.
Cómo respuesta, se invita a ver un video, ya que el mismo nos demuestra la formación espiritual del combatiente en Malvinas, y que ha sido la FE, el factor que nos diferenciaba del entonces enemigo inglés y que actualmente se empieza a sentir ausente como pilar de la moral.
Sabemos que el poder de combate no es solo la cuantificación de recursos humanos y medios, sino que la moral, es uno de los factores que deben considerarse para su determinación, y que el poder de combate, es solo estadístico si no se lo compara al del enemigo.
Fue este el factor que incrementó el poder de combate propio y que no fue considerado por el atacante, llevándolo a decir “…tantas mentiras que nos dijeron que no querían pelear y están peleando como leones.
La Fe y creencia de la causa que se estaba defendiendo. La Fe en que sus superiores iban a poner sus máximas capacidades para tratar de hacer posible lo imposible. Fe en qué, el hombre que estaba a su lado en tierra, cruzando el aire al ras del mar y acercándose sobre y debajo de la superficie del mismo hacia la flota enemiga, se inmolarían de la misma manera, en la creencia que su sacrificio engrandecería a la Patria.
Porque los hombres que pelearon esa guerra, en marcada diferencia de poder de combate, dejaron el más básico de los instintos, el de supervivencia, de lado, para afrontar el peligro de morir con estoico valor. Nuevamente la Fe podrá ser la explicación a ese comportamiento, contrario a la naturaleza humana.
Ahora bien, dijimos que tenemos una oportunidad. Vivimos una época en la que los valores que dieron, históricamente, identidad a nuestra sociedad, se encuentran bajo debate. ¿Podemos como militares, permitirnos plegarnos a esa discusión?
Una respuesta rápida y arriesgada es NO. Porque nuestra última experiencia de guerra nos demuestra que ha sido el factor diferenciador al momento del combate, en tierra, agua y aire.
Por lo tanto debe servir como exhortación, que la formación del militar argentino debe ser integral, y esta integralidad deberá contemplar el plano espiritual del soldado, ya que será un factor que no se verá afectado de presupuestos exiguos o dependiente de las vicisitudes políticas.
Es responsabilidad de todo Jefe el perfeccionarse y cultivarse profesionalmente, pero deberá agregarse a este plano terrenal e intelectual, la preparación espiritual propia y la de sus hombres, de manera tal que le permita afrontar las exigencias del servicio con verdadera vocación de sacrificio, en búsqueda de los beneficios de la misma, en el plano trascendental.
Quien quiera separar este concepto de la esencia del militar, deberá saber que no será un soldado, será solo un profesional de la violencia, carente de la motivación espiritual que lo transforme en un soldado combatiente de causas trascendentes.
El 14 de junio se perdió la batalla por nuestras Islas y se decidió finalmente la campaña, pero está en nosotros, herederos de esos abnegados soldados, desterrar el concepto que se inició, ese día, el proceso de derrota moral del Ejército Argentino.
De esa pérdida, deberá surgir el concepto resiliente que nos motive a prepararnos para la guerra futura, a sacrificarnos por nuestra patria, nuestros pares y nuestras creencias, si no, no tendría sentido alguno los renunciamientos que la vida militar nos impone.
Hagamos formar a nuestros elementos a la mañana, saludemos a la bandera, recemos la oración del soldado y mandemos a nuestras fracciones a la instrucción diaria, que con ello estaremos marcando los planos en los que debe ser formado el Soldado Argentino.
Eduquemos integralmente a nuestro principal recurso, el hombre, y en esa integralidad la formación ética espiritual y social no podrá estar ausente, ya que allí radicará nuestra principal fortaleza y esencia que magnifique nuestro poder de combate.
Nos queda a nosotros agregar a la Fe, otra virtud teologal: la Esperanza. Esperanza que nuestros esfuerzos como país sean algún día recompensados con la plena integración territorial, de nuestras irredentas Islas Malvinas.
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