LA Tablada 1989 – El Ejemplo del Soldado CARDOZO

Por Sebastián Miranda[i]

Recuperada la Guardia de Prevención de los cuarteles de La Tablada, los efectivos del Ejército Argentino centraron sus esfuerzos en toma de la Compañía “B” y del Casino de Suboficiales. En este último el conscripto Héctor Cardozo entregó su vida en forma realmente ejemplar

Durante los combates en torno al Casino de Suboficiales, que fue el último reducto en manos de los integrantes del Movimiento Todos por la Patria, falleció el conscripto clase 69 Héctor Cardozo perteneciente al R I Mec 3. Se encontraba de rehén junto a otro soldado herido, Eduardo Navascues.

El ex conscripto relató al autor cómo se produjo su captura:

      “Cuando se inició todo yo estaba de turno de conductor de la ambulancia, dormía en el fondo. Empecé a escuchar ruidos, gritos y tiros, hasta que sentí ruidos en el hall de entrada de la oficina. Pregunté quién estaba ahí y me ordenaron salir, yo estaba en calzoncillos. Cuando salí lo único que vi eran fusiles, me gritaban y empujaban. Juro que no entendía nada, fueron segundos, pienso que no entendía nada”.[ii]

E. Navascues fue sorprendido por los perpetradores del intento de copamiento del cuartel, del grupo de Claudia Acosta (escuadrón 3 del grupo de asalto de los integrantes del MTP). Contó cómo lo golpeaban y disparaban balazos en torno a su cuerpo preguntándole dónde estaban los oficiales y las armas. A los empujones y culatazos fue llevado hasta el Casino de Suboficiales donde se encontró con su amigo el soldado Héctor Cardozo.

Durante varias horas permanecieron junto a varios suboficiales como rehenes. El fuego del Ejército Argentino y la Policía de la Provincia de Buenos Aires en cooperación, empezó a hostigar a los subversivos quienes usaban a los conscriptos como escudos humanos:

       “A mí me tenían ahí y a nosotros nos hacía parar y le decíamos qué hacían los militares en la Plaza de Armas, no te olvides que la Policía y los militares tiraban para todos lados, los tiros entraban por la ventana y rebotaban por la habitación y cuando nos asomábamos nosotros, ellos estaban atrás. Si entraba un tiro nos pegaba a nosotros ¡Eran locos pero no boludos!”.[iii]

 

A causa de los golpes y disparos que rozaron su cuerpo, Navascues estaba herido. El soldado Cardozo comenzó a hacerle curaciones, los disparos caían cada vez más cerca por lo que Navascues se refugió debajo de un armario y Cardozo abajo de una cama.

Repentinamente un proyectil produjo el derrumbe de parte del techo:

        “(…) Cayó un bazookazo horrible. Lo tenía al lado a Cardozo y alcancé a bajarle la cabeza. Mi mano quedó enterrada entre los escombros. ¡Cardozo!, ¡Cardozo! – gritábamos con el cabo-. Yo también quedé medio enterrado entre los ladrillos, sólo protegido por el armario. Sentí que me desmayaba, que me faltaba el aire. El cabo removió los ladrillos y me sacó. Nos pusimos a buscar a Cardozo, mientras las ametralladoras seguían barriendo los muros. Los ladrillos estaban manchados con sangre. Yo me desesperaba buscando entre los escombros. El cabo primero, con la voz helada me dijo: – No busques más petiso … está muerto”.[iv]

     Este conscripto falleció realmente, curando a un camarada herido.[v] Al progresar los ataques contra el Casino de Suboficiales, el cabo primero que estaba junto a Navascuesaprovechó un descuido de los captores para escapar llevando al soldado, salvándole la vida, a pesar que tenía una grave herida en la espalda:

     “A mí me salvó la vida un cabo primero, en un momento entró un cañonazo al dormitorio en donde nos tenían con Cardozo y voló todo. Yo estaba debajo de un placard y Cardozo debajo de una cama. Yo quedé enterrado debajo de los escombros y todo se prendía fuego. El cabo primero saca los escombros y me saca de debajo del placard, estaba lleno de esquirlas y sangraba por todos lados.

Aturdido, me zumbaban los oídos, y le avisé que Cardozo estaba debajo de la cama. Nos pusimos a sacar escombros y de afuera seguían tirando, no podías levantar la cabeza, me contaba chistes. Me hizo una promesa y la cumplió luego de 23 años, me invitaría a cenar. Se jugó la vida por mí. Nunca me decía mirá para afuera, siempre iba él. En un momento saca un trapo por la ventana y eso fue terrible, nos tiraron con todo, yo pienso que dijeron: “ahí están” y nos tiraron con todo. Después de un tiempo, el cabo primero sale afuera del Casino y me dice que me quede adentro, que yo no me mueva, que él me llamaría.

Empezó a gritar y me dice que vaya con las manos para arriba. No se de dónde salió otro militar que se unió a nosotros y se entregó él también. Nunca lo había visto y nunca supe su nombre. Cuando tuvimos que cruzar la Plaza de Armas fue como cruzar el infierno, lo único que veía eran los fusiles que nos apuntaban. Si a uno solo se le escapaba un tiro todos tirarían, nos cortaban al medio. Desde el primer piso, los guerrilleros nos tiraban, vos veías cuando estábamos corriendo cómo picaban los tiros en el piso y levantaban tierra”. [vi]

Con total desprecio por la vida de los jóvenes conscriptos, los terroristas los usaron como escudos humanos y dispararon sobre ellos cuando se replegaban. El comportamiento del suboficial al proteger a sus soldados fue ejemplar, al igual que el del soldado Héctor Cardozo que murió mientras asistía a su compañero, a un amigo. Fue distinguido post mortem por: “Auxiliar a un camarada mientras se encontraba como rehén, perdiendo la vida en tal acción”.[vii]

Durante años Eduardo Navascues se preguntó por qué había muerto su amigo y no él, pasaron treinta años para que Eduardo pudiera encontrarse con la familia de su amigo que entregó la vida por él.

En el 2019 fuimos testigos del abrazo de Eduardo con la hermana del soldado Cardozo, un abrazo que esperó treinta años.

No hay mayor amor que dar la vida por un amigo.

Bibliografía

MIRANDA, Sebastián. Los secretos de La Tablada. La última acción armada de la guerrilla en la Argentina, Buenos Aires, Grupo Unión y Ediciones Soberanía, 2015.

RUARTE, Julio Eduardo. Un ataque para recordar. Como fue la recuperación de los cuarteles de La Tablada, Buenos Aires, Grupo Unión, 2016.

SALINAS, Juan y VILLALONGA, Julio. Gorriarán. La Tablada y las Guerras de Inteligencia en América Latina, Buenos Aires, Mangin, 1993.


[i] Licenciado y profesor de Historia, Subteniente de la Reserva del Arma de Infantería. Autor del libro Los secretos de La Tablada. La última acción armada de la guerrilla en la Argentina.

[ii] Entrevista del autor a Eduardo Navascues.

[iii] Testimonio del ex conscripto E. Navascues al autor.

[iv] Testimonio del soldado conscripto E. Navascues. En: revista Gente, Buenos Aires, Editorial Atlántida, Febrero de 1989, Año 23, Nro. 1228, p. 18.

[v] Testimonio del ex conscripto E. Navascues al autor.

[vi] Testimonio del soldado E. Navascues al autor.

[vii] REVISTA MILITAR. Nº 721, enero–julio 1989, p. 14.