Por Sebastián Miranda[i]
En las primeras horas de la tarde del 23 de enero de 1989 los efectivos del Ejército Argentino y la Policía de la Provincia de Buenos Aires recuperaron la Guardia de Prevención de los cuarteles de La Tablada. A partir de entonces concentraron sus esfuerzos sobre los dos últimos reductos de los integrantes del MTP, la Compañía “B” y el Casino de Suboficiales donde se produjeron numerosos actos de heroísmo. Rescatamos el ejemplo del Sargento Ayudante Ricardo Raúl Esquivel arquetipo de suboficial.
En la Compañía “B” los subversivos mantenían como rehenes y escudos humanos a varios conscriptos y suboficiales. En torno a estas construcciones los combates fueron cruentos, produciéndose la lucha cuerpo a cuerpo. En medio de los edificios en llamas y los escombros, con las paredes perforadas por los disparos de las armas portátiles y de los blindados, los comandos ingresaron para liberar a los rehenes, siendo recibidos por el fuego de los subversivos.
La revista Gente publicó un extenso reportaje a uno de estos comandos en el que dio detalles de gran interés sobre la naturaleza del combate que se libró:
“El asalto lo hacemos con dos equipos (…). Decidimos asaltar el primer edificio que era el rancho de tropa. Lo hicimos, lo limpiamos y no encontramos subversivos. Pasamos al segundo edificio. Primero hicimos fuego de hostigamiento y nos respondieron. Abrimos fuego y lanzamos los cohetes antitanque y antipersonales sobre el edificio que empezó a destruirse. Mientras lanzamos los Instalaza hacemos que se acerque un blindado que nos apoyó lanzando fuego de ametralladora sobre el edificio. Entonces, con este apoyo, saltamos a la puerta del edificio. Ahí sentí el grito de una mujer, era la jefa, que decía: Viene el asalto, prepárense (…). Tuvimos, entonces, el primer problema: nos quedamos sin granadas de mano que son un elemento esencial para el combate casa por casa, pieza por pieza. Siempre entramos lanzando una granada dentro de la habitación para aturdir al enemigo y después irrumpir. Ahí el teniente coronel le impartió la orden al teniente para que lo apoye con su FAL y saltar a buscar granadas. El teniente lo hace, pero se le traba el FAL. Zamudio queda sin apoyo de fuego delante del enemigo. Queda expuesto y le abren fuego con un RPG 7 o con un lanzagranadas. Lo hieren. Las esquirlas me pegan en el brazo (…)”.[ii]
El teniente coronel L. Zamudio fue herido alrededor de las 14.30 en una calle entre el Casino de Suboficiales y la Compañía “B”. Rápidamente los militares se reorganizaron, se reabastecieron de armamento y recibieron la incorporación de nuevos efectivos reiniciando los combates.
La crudeza de las acciones quedaron expuestas en el relato del militar:
“(…) En esa clase de combate la máxima distancia a la que se lucha son 100 metros. Se combate a un metro, dos, cinco, diez. Es una pelea cara a cara. Se ve al enemigo. Se está frente al hombre que uno va a matar o frente a quien lo va a matar a uno. Los subversivos tenían un alto nivel de instrucción (…). Los guerrilleros conocían las técnicas de tiro y combate urbano. Se notaba en la forma de usar las armas de fuego, por ejemplo. Nunca vimos, por lo menos en los lugares donde yo combatí, un caño fuera de una ventana. Uno miraba una ventana y de pronto se veía un fogonazo y te pegaban. Combatían con las armas largas dentro del edificio, pero afuera usaban RPG o granadas para que no pudiéramos detectar el fogonazo, cuando entré a los edificios, vi que habían puesto un paño mojado en los huecos desde donde disparaban para que el polvo del disparo ni levantara humo (…)”.[iii]
El combate era cuerpo a cuerpo, desarrollándose enfrentamientos habitación por habitación a escasos metros en cada una de las dependencias que componían la Compañía “B” del R I Mec 3.
Los choques se prolongaron hasta bien entrada la noche. En medio de explosiones, del humo y los disparos, los comandos combatieron encarnizadamente rescatando a los conscriptos que intentaban escapar en medio de las llamas.
Uno de los VCTP se acercó a la Compañía “B”, casi pegado a la pared, elevó su cañón de 20mm hacia una de las ventanas y usándolo como improvisada escalera los soldados empezaron a bajar para ingresar inmediatamente al blindado dado que llovían disparos desde todos lados.
El sargento ayudante Ricardo Raúl Esquivel, a pesar de que los subversivos abrían fuego desde una ventana cercana, dejó la seguridad del blindado para poder ayudarlos. Junto a un capitán ayudaban a bajar a los conscriptos y los introducían en el VCTP. Mientras realizaba esta tarea un subversivo, contra toda regla de guerra, abrió fuego hiriendo de muerte al sargento ayudante Esquivel en el cuello. A pesar de que sus camaradas lo evacuaron rápidamente, pocos segundos después murió.
Los comandos continuaron el combate rescatando a los conscriptos. El soldado Lorenzo Cuevas describió la situación:
“(…) De pronto veo que por el plafond de la luz del techo salen chispas. Me empieza a caer sobre el cuerpo agua hirviendo del piso de arriba. El techo se rompió y se vino abajo con todo. La tela metálica del hormigón armado tapó las puertas y había fuego en los piletones. Un humo negro cubría todo (…). Con las manos corrí el alambre del hormigón que estaba al rojo vivo y salí de ese infierno. Del otro lado me encontré con Pedelhez [otro soldado]. Estaba al borde de una ventana.
Desde abajo, un comando le gritaba. -¡Tírese! ¡Tírese que si no se quema vivo!- (…). Las balas volvieron a zumbar. Pedelhez se sentó en el marco de una ventana. Como no quería saltar, lo empujé. Atrás de él me tiré yo. Picaban los tiros por todos lados, pero a mí el hecho de respirar aire puro, me bastaba. Ahí lo vi a mi compañero desmayado. Un comando se me tiró encima para cubrirme del tiroteo (…). Mientras tanto los comandos lo agarraron a Pedelhez y lo llevaron hacia el tanque. A uno de ellos un disparo le destrozó el hombro. Tomé coraje y me largué hacia el tanque: me zambullí como en una pileta. Estaba salvado”.[iv]
Así se combatió en La Tablada, comandos, oficiales y suboficiales arriesgaron y perdieron sus vidas para proteger a los conscriptos.
Contra toda norma de seguridad, el sargento ayudante Ricardo Raúl Esquivel no dudó en abandonar la protección del VCTP para hacerlo y entregó su vida para rescatar a los hombres a quien la Patria y el Ejército le habían encomendado entrenar y proteger, ninguno de los conscriptos que evacuó falleció.
Como fiel ejemplo del suboficial del Ejército Argentino, cumplió su misión.
Bibliografía
MIRANDA, Sebastián. Los secretos de La Tablada. La última acción armada de la guerrilla en la Argentina, Buenos Aires, Grupo Unión y Ediciones Soberanía, 2015.
RUARTE, Julio Eduardo. Un ataque para recordar. Como fue la recuperación de los cuarteles de La Tablada, Buenos Aires, Grupo Unión, 2016.
SALINAS, Juan y VILLALONGA, Julio. Gorriarán. La Tablada y las Guerras de Inteligencia en América Latina, Buenos Aires, Mangin, 1993.
[i] Licenciado y profesor de Historia, Subteniente de la Reserva del Arma de Infantería. Autor del libro Los secretos de La Tablada. La última acción armada de la guerrilla en la Argentina.
[ii] Testimonio de un comando. En: revista Gente, Buenos Aires, Editorial Atlántida, Febrero de 1989, Año 23, Nro. 1228, p. 10.
[iii] Testimonio de un comando. En: revista Gente, Buenos Aires, Editorial Atlántida, Febrero de 1989, Año 23, Nro. 1228, p. 11.
[iv] Testimonio del soldado Antonio Lorenzo Cuevas. En: revista Gente, Buenos Aires, Editorial Atlántida, Febrero de 1989, Año 23, Nro. 1228, p. 20.
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