Por el SI Alejandro BORDON – Escuela de Infanterìa
El suboficial Instructor, como imagen, representa un elemento fundamental en la educación militar. De sus aptitudes y condiciones personales, de su conocimiento, y por sobre todo, de sus deseos de perfeccionarse cada día más como persona y como soldado, dependen en sumo grado los resultados que obtenga en su tropa.
Instruir a personal militar no constituye un simple acto de cumplir con un horario de actividades, ni puede ser ejecutado mecánicamente, presindiendo del hecho más importante de todo acto educativo como es la “formación de hombres y mujeres”.
El educador militar no nace, si no que se hace y se forma, esto significa que llegar a ser un sobresaliente Suboficial Instructor es un objetivo cuyas bases están en su propio ánimo y en su férrea voluntad, uno elige entre dos aspectos: la mediocridad o el perfeccionamiento permanente a que se puede aspirar.
Hay espacio que lo llena, algo a lo que ya aludimos, el ánimo y la voluntad y para que lo expresado como un deseo se concrete en obras concordantes, deberán estimularse según las siguientes cualidades:
Esta es una de las cualidades primordiales del buen educador militar. De acuerdo con la vocación verdadera el Suboficial Instructor vera en la trascendente misión que se cumple, la fuente inagotable de fe y entusiasmo.
La buena disposición para enseñar determinará la clase de trabajo que lleve a cabo, y que estará en relación directa con la satisfacción y el placer de los resultados positivos.
Los buenos educadores llegan a serlo, principalmente, debido al estudio tenaz y consciente, practicado durante el desarrollo del curso de capacitación de Suboficiales Instructores y a la puesta en práctica de todo lo teórico (recuerde que se aprende haciendo).
Ser humilde y reconocer que, a pesar de lo obtenido, siempre hay un camino por recorrer en la perfectibilidad de las acciones primordiales.
Para ello, deberá observarse atentamente a los superiores, tomar ejemplo de sus procederes correctos, alejándose a la vez de aquellos que no se contraen al trabajo o bien lo realizan a desgano, seguir a los camaradas más antiguos y tratar de capitalizar experiencias de sus formas de trabajo, son hechos altamente positivos.
Podemos tomar como el grado máximo del ejemplo positivo, al Sargento Mario “El Perro Cisnero” Muerto en combate (Malvinas), y ascendido luego a Sargento Primero (Post Mortem), por su destacada actuación durante el conflicto.
En el año 1977 hace el curso comando, a partir de allí se convierte en uno de los Suboficiales Instructores más notorios del curso y del Ejército Argentino, influyendo decisivamente en la personalidad y espíritu de los futuros comandos.
Sobre esto se ha escuchado mucho, y es poco en realidad lo que se hace, debe tenerse en cuenta que dar el ejemplo garantiza, entre otras cosas:
Nunca se deberá pactar con esquemas cómodos, que prescindan de la originalidad y la iniciativa. Por ello, resulta un buen método la aplicación de variadas técnicas que alejen el aburrimiento y la rutina, y para eso deberá desplegarse la iniciativa y la imaginación.
El tema más simple y tradicional puede concebirse desde muchas ópticas distintas, de acuerdo con la capacidad y creatividad del Suboficial Instructor.
El hecho de haber realizado y aprobado el curso de capacitación de Suboficial Instructor, no significa que esté todo terminado. Pensarlo de esta manera es un error, ya que siempre queda algo por aprender. La educación permanente es un concepto fundamental.
El análisis de un nuevo reglamento como la charla informal con el encargado de sala de armas acerca de un armamento de reciente provisión, traduce la preocupación que debe tener todo Instructor en acrecentar su bagaje de conocimientos profesionales.
La acción de enseñar requiere que el Instructor conozca claramente el “para que” de cada tema y materia que se imparte. Este aspecto ayudara a movilizar las voluntades para la obtención de los fines enunciados.
El conocer en profundidad un tema o materia, el poseer sobresalientes condiciones como Instructor no bastan para garantizar el éxito de una Instrucción.
Toda actividad educativa supone la aplicación de una adecuada metodología que, aunque sencilla asegure que nada esta librado al azar.
Las fases de la Instrucción y su seguimiento garantizan, en parte, la prolijidad, profundidad y rentabilidad de los resultados a obtener.
En las pérdidas de tiempo radica uno de los mayores males que atentan contra el éxito de una buena instrucción. La mala distribución del tiempo, el exceso en las explicaciones orales, el olvido de la práctica intensiva, la falta de detalle en las previsiones formadas respecto de los medios de ayuda, los largos desplazamientos hacia lugares de instrucción, las distracciones estériles, figuran entre las causas más comunes que originan la perdida de ese factor tan importante como el tiempo disponible y adecuado para la instrucción.
Por ello, deberán evitarse los errores señalados, y hacer de los lapsos educativos, tiempos rentables y positivos para alcanzar los objetivos enunciados.
La calidad de la educación (entendida como el resultado de los procesos que buscan la formación INTEGRAL de la persona) se refiere a la relación entre los objetivos educativos esperados y los aprendizajes logrados en nuestros educandos, es decir, en nuestros subalternos.
Es mediante la utilización óptima de los recursos destinados para este propósito (recursos materiales, recursos humanos y tiempos), que para nuestra Institución se asocia a la eficiencia con los niveles de logro de los indicadores que se alcanzan en un periodo determinado, como puede ser al término de un período de instrucción militar en el transcurso del año calendario.
Nada puede hacerse sin una correcta acción de mando y de comando sobre quienes nos dependen, con motivación, alegría en la instrucción, optimismo sobre los resultados a lograr y una permanente capacitación producto del propio deseo de superación y las acciones educativas que la propia Fuerza realiza sobre nosotros a lo largo de nuestra carrera militar.
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