Por el ST (Res) I Sebastián Miranda[i]
1. La fragua del héroe
Oscar Augusto Silva nació en San Juan el 16 de junio de 1956. Desde muy joven sintió el llamado de la vocación militar asistiendo al Liceo Militar “General Espejo” de Mendoza, donde se distinguió por su espíritu aguerrido y su sentido de la justicia. El teniente coronel Raúl Alejandro Cabrignac, que fue compañero en el liceo, recordó:
“Silva no era alto pero sí tenía una complexión corpulenta pues, entre otras cosas practicaba el lanzamiento de bala. No era peleador, provocador o agresivo pero doy fe que era bueno para los sopapos. Si había que confrontar, jamás arrugaba y siempre, repito siempre, le gustó proteger a la gente desvalida (…). El sanjuanino vivía siempre de buen humor y pese a todas estas agarradas juveniles nunca dejó rencores detrás suyo. Terminaba la pelea y tendía la mano”.[ii]
Al egresar decidió asistir a la Escuela Naval, cursando estudios hasta el cuarto año. Sin embargo, su vocación no estaba en la Armada y pasó primero a la Facultad de Ingeniería y finalmente al Colegio Militar de la Nación en 1979.
Se destacó por el gusto por la vida al aire libre y los deportes, especialmente el fútbol y la natación. El 26 de noviembre de 1981, cuando estaban trasladándose para asistir a la ceremonia de egreso en el CMN, sus padres y dos de sus hermanas sufrieron un accidente automovilístico.
La madre de Oscar falleció en el acto y su padre y hermanas quedaron internados, por lo que él no pudo estar presente, recibiendo su sable en una ceremonia particular. La religiosidad que caracterizó al joven oficial quedó a prueba en esos trágicos momentos. Al trasladarse para velar a su madre y asistir a sus familiares, pudo conversar con Ana Clara, la hermana que estaba en Buenos Aires:
“En el viaje, el futuro héroe habló. Le explicó a su hermana el sentido cristiano de la muerte. Trató de hacerle entender que ésta no nos debe doler o, por lo menos, no nos debe doler tanto. En sus palabras fue duro, veraz y convincente. Y recién cuando el campo estuvo preparado, preparó la noticia: Mamá ha muerto; papá y nuestras hermanas están internadas. Su trabajo no fue en vano. Ambos guardaron la tranquilidad, vieron a sus familiares en el hospital y esa misma noche fueron a San Juan a velar a su madre”.[iii]
A fines de ese año fue destinado al RI 4 para formar a los soldados recién incorporados en la llamada “Compañía de reemplazos”.
Como ocurrió con la mayor parte de las unidades de las FFAA, la noticia de la recuperación de las islas Malvinas el 2 de abril de 1982 sorprendió a sus integrantes. El RI 4 fue uno de los regimientos elegidos para ser enviados a las islas, arribando entre el 27 y el 30 de abril. Inicialmente la compañía del subteniente Silva fue destinada al aeropuerto de Puerto Argentino.
2. El sacrificio del subteniente Silva
Ya en las islas, la preocupación por sus soldados fue una constante que se repetiría hasta el último instante de su vida. Veló por su bienestar físico, anímico y espiritual en todo momento. En los primeros días de junio los afectivos de la Compañía “A” fueron enviados a los montes Harriet y Dos Hermanas para reunirse con sus compañeros del RI 4 y reforzar las defensas en el cinturón organizado en torno a Puerto Argentino.
El 8 de junio se atrincheraron en Dos Hermanas Sur junto a los hombres del subteniente Macelo Llambías Pravaz. Silva y Llambías Pravaz se conocían desde antes cuando “el sapo”, como lo apodaban a Silva, estudiaba en la Escuela Naval Militar:
“Era un tipazo, cuando llega a reforzar mis posiciones en Dos Hermanas sentí un gran alivio porque era más antiguo que yo. Era una persona maravillosa, era un tipo recto, de una muy buena formación, era un patriota, era buena persona, excelente jefe, ejemplo para sus subalternos, muy valiente. Cuando él viene a reforzar las posiciones en Dos Hermanas, él quería entrar en combate, él tenía un espíritu de lucha envidiable y dio testimonio de eso”.[iv]
Por las noches los hombres de Silva debían patrullar Goat Ridge, una elevación entre los montes Harriet y Dos Hermanas. En esos días que pudieron actuar juntos, el subteniente Llambías Pravaz confirmó la opinión que había formado sobre las virtudes de Silva:
“Era un tipo maravilloso, una persona excepcional, de esas personas que uno quiere enseguida por la nobleza que tenía. Aparte era muy buen soldado, muy buen profesional, querido por sus soldados soldados, respetado por sus suboficiales, un tipo que daba el ejemplo en todo, muy cortés, muy caballero en su trato, muy humano. Se exigía él más que a su gente, una persona maravillosa”.[v]
El 11 de junio comenzaron los combates entre los Royal Marines del Comando 45 y los efectivos del RI 4 en Dos Hermanas al mando del subteniente Llambías Pravaz. Dada la posición que ocupaba, el subteniente Silva no entró en contacto con los británicos por lo que decidió marchar hacia donde se desarrollaba el combate, encontrándose con Llambías Pravaz.
Como las defensas en ese sector habían colapsado, decidieron replegarse hacia monte Tumbledown para seguir luchando.
La fibra de la que estaban hechos estos hombres quedó en evidencia durante la marcha:
“Cuando nos podemos replegar de Dos Hermas Hermanas a Tumbledown y sabíamos que había campos minados en el camino que teníamos que recorrer, si bien tratábamos de ir por los ríos de piedra para no pisar una mina, nos turnábamos para ir él y yo al frente por si teníamos que volar, para que si tuviéramos que pisar una mina fuéramos nosotros y no nuestros soldados”.[vi]
A pesar de que podrían estar en la seguridad de la capital de las islas, algunos decidieron continuar el combate. Al mando de los subtenientes Silva y Llambías Pravaz un puñado de hombres de la Compañía “A” se unieron a sus hermanos de la Infantería de Marina de la cuarta sección BIM 5 al mando del teniente de corbeta Vázquez.
El general de brigada (R) Diego Alejandro Soria quien fue su jefe en Malvinas, afirmó: “Demostró temple militar y coraje al tomar la iniciativa de quedarse a combatir con la docena de hombres que le restaban junto a los infantes de Marina”. Los años en la Escuela Naval lo hacen sentir como en casa. Saben que todo se termina, que ya la caída de Puerto Argentino está cerca, pero no importa, juraron defender la bandera hasta perder la vida y es hora de demostrar la fidelidad a la palabra empeñada.
En la noche del 13 de junio el combate comienza repentinamente, la artillería escupe metralla sobre las posiciones argentinas, le sigue el fuego de morteros y cohetes, detrás la infantería inglesa se lanza a la carga. Los infantes de marina resisten y los guardias escoceses empiezan a caer. Se combate toda la noche, los gritos de Silva son constantes: ¡Viva la Patria!, ¡Vamos soldados de hierro!
Los infantes de marina van cayendo uno a uno y la superioridad numérica y de fuego inglesas se hacen sentir. Al despuntar el alba los atacantes ya son muchos y empiezan a sobrepasar a los defensores.
El subteniente Silva está rodeado de muertos, se está quedando solo, dispara con su FAL hasta agotar munición, toma el fusil de un muerto y sigue tirando a pesar de estar herido en un hombro. Ve caer al apuntador de FAP y sale de su pozo de zorro a auxiliarlo. El soldado Pablo Vicente Córdoba estaba cerca de él y presenció los momentos finales:
“Mientras asistía al subteniente Silva y a pesar del estado de gravedad del mismo, nos ordenó que nos replegáramos debido a que dicha posición no podía ser mantenida por el gran avance y fuego abierto por el enemigo, mientras que mis compañeros y yo decidimos no dejarlo solo y él insistió en que nos replegáramos para ponernos a salvo, porque el subteniente Silva se encontraba próximo a morir. Quiero dejar constancia de su gran valor y espíritu de lucha reflejado en sus últimas palabras al expresar: ‘Acérquenme la ametralladora para que pueda cubrirles’ “.[vii]
El soldado Carlos Benjamín Do Santos confirmó que la última voluntad del subteniente Silva fue proteger a sus hombres:
“De pronto, el Soldado Gregorio que estaba más cerca de Silva recibió un impacto, creo que en el pecho o debajo del cuello. El Subteniente Silva, que se dio cuenta, salió y se dirigió hacia atrás donde estaba la posición de él para ayudarlo y, unos metros antes de entrar a ella, recibió un disparo en la espalda que lo tiró hacia adelante. Cuando vi eso, salí y fui hacia donde ellos se encontraban. Gregorio ya estaba muerto, pero el Subteniente no. Ahí fue cuando me dijo: Do Santos, estos tipos me dieron, ¡vos cubrite! Intentó decirme algo más pero no pudo, su boca ya estaba llena de sangre (…). Regresé para atenderlo, pero lamentablemente ya había fallecido. Su mano todavía agarraba el fusil (…).”[viii]
Días después el capitán de fragata Carlos Hugo Robacio, comandante del BIM 5, recorre la zona, encuentra al cuerpo del subteniente Silva aferrado a su FAL.
El oficial británico que camina a su lado intenta desprender el fusil de sus manos, no puede. Robacio le cierra los ojos y se cuadra haciéndole el saludo uno, el inglés lo imita. Oscar Augusto Silva tenía 26 años, muy joven sin duda.
Murió como había vivido, luchando por la justicia, cuidando a sus subordinados, ordenándoles que se replegaran mientras él los cubría, dejando la seguridad del pozo de zorro para asistir a uno de ellos. En el trayecto fue herido, sus últimas palabras, su último aliento fue para proteger a sus hombres.
Murió muy joven, pero los que mueren por la Patria, marcan, ya desde la guardia en los luceros, un rumbo, un norte a seguir, y nos hacen pensar que si la Argentina puede parir hijos como ellos hay esperanza….
BIBLIOGRAFÍA
AUTORES VARIOS. Malvinas 20 años 20 héroes, Buenos Aires, Fundación Soldados, 2002.
CONSEJO SUPERIOR DEL ARMA DE INFANTERÍA. La Infantería Argentina en Malvinas. Fiel a su Historia, Buenos Aires, Consejo Superior del Arma de Infantería, 2013.
FUNDACIÓN SOLDADOS. Así peleamos. Malvinas. Testimonios de veteranos del Ejército, Buenos Aires, Fundación Soldados, 2006.
JIMÉNEZ CORBALÁN, Lautaro VGM. Malvinas. En primera línea. Vivencias y anécdotas de integrantes del Regimiento de Infantería 4, Buenos Aires, Buenos Aires, Edivérn, 2012
MASILLA, Alberto Pascual. Argentina tiene héroes. Cinco semblanzas de la guerra de Malvinas, Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 2003.
[i] Licenciado y profesor de Historia. Subteniente de Reserva del Arma de Infantería.
[ii] Testimonio del teniente coronel Raúl Alejandro Cabrignac en: AUTORES VARIOS. Malvinas 20 años 20 héroes, Buenos Aires, Fundación Soldados, 2002, pp. 48-49.
[iii] MANSILLA, Alberto Pascual. Argentina tiene héroes. Cinco semblanzas de la guerra de Malvinas, Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 2003, pp. 116-117.
[iv] Testimonio de Marcelo Llambías Pravaz, subteniente en 1982. Entrevista del autor, 3 de agosto de 2020.
[v] Ibídem.
[vi] Ibídem.
[vii] Carta enviada por Pablo Vicente Córdoba, VGM del RI 4 al EMGE el 8 de enero de 1985. En: AUTORES VARIOS. Op. cit, pp. 50, 51.
[viii] Testimonio del soldado Carlos Benjamín Do Santos. En: JIMÉNEZ CORBALÁN, Lautaro, VGM. Malvinas. En primera línea. Vivencias y anécdotas de integrantes del Regimiento de Infantería 4, Buenos Aires, Buenos Aires, Edivérn, 2012, p. 449.
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