Por el ST (Res) Ricardo MARTÍNEZ, Ec I

Aun en los campos de batalla del siglo XX   se ha constatado que una gran mayoría de las muertes ocurrieron antes que el herido llegase a un establecimiento de tratamiento médico y con ello cobra especial importancia la reflexión que encabeza el artículo.

Esta conclusión es constatable al observar el grafico del Manual de Soporte Vital Avanzado en Combate del Ejército Español, de acuerdo a las experiencias recientes en combate, donde se muestran las probabilidades de sufrir lesiones en distintas partes del cuerpo, incorporadas aquí para mejor ilustración y comprensión del artículo.

Analizando esta información estadística se llegó a la conclusión que las muertes en combate son producto de:

  • Trauma penetrante de cráneo: 31%.
  • Trauma torácico quirúrgicamente incorregible: 25%.
  • Trauma potencialmente corregible quirúrgicamente: 10%
  • Hemorragias: 9%*.
  • Trauma mutilante por explosión: 7%.
  • Neumotórax a tensión: 3-4%*.
  • Obstrucción/lesión de vía aérea: 2%*.
  • Muerte por heridas: 5% (principalmente infección y shock).
  • Potencialmente sobrevivible.

(Nota: Las cifras no suman 100%. No se han listado todas las causas de muerte. Algunas muertes se deben a causas múltiples) (1)

En estos datos se observa que un porcentaje significativo de estas muertes (destacados antes en negrita) son potencialmente tratables mediante intervención apropiada y oportuna. De estas muertes evitables, la gran mayoría se debe a hemorragias y a dificultades de la vía aérea o ventilación, condiciones que pueden y debieran ser atendidas en el lugar de la lesión. Se ha estimado que, de todas las muertes prevenibles, en un rango superior al 90% pueden evitarse con la simple aplicación de un torniquete para la hemorragia de extremidades, el rápido tratamiento de un neumotórax a tensión y el establecimiento de una vía aérea estable.

En este artículo trataremos el control de las hemorragias que son la primera causa de muerte prevenible en el campo de batalla   teniendo siempre presente que un herido se puede desangrar antes que llegue la ayuda médica y por ello inhibir el sangrado debe ser prioritario recordando que en la guerra de Vietnam el sangrado de una herida de extremidad fue la causa de muerte en más de 2.500 heridos que no habían sufrido ninguna otra lesión. (2)

Es dable observar que los últimos estudios médicos han determinado que el empleo de torniquetes será uno de los principales medios para controlar la hemorragia significativa en una extremidad – que generalmente no pueden ser controladas por compresión directa – y tienen la ventaja que pueden ser administrados por la propia víctima, otro camarada o personal entrenado que estuviere en la proximidad al herido.

¿Cuáles son los beneficios del torniquete sobre otros métodos de control de hemorragia? (3)

  • La presión directa y la compresión son difíciles de realizar y mantener en ambientes de combate y resultan en retrasos en la llegada a cubierto del rescatador y el herido.
  • Los torniquetes pueden ser aplicados por el mismo herido, limitando así la exposición del rescatador al fuego hostil.
  • Existen pocas complicaciones por el uso de torniquete. El daño isquémico es raro si el torniquete se mantiene en su lugar por menos de dos horas.

En toda situación – no necesariamente táctica –   el control de la hemorragia incluye el atender cualquier sitio de sangrado y para ello deberemos   evaluar al  herido en busca de sitios de sangrado retirando  la cantidad absolutamente mínima necesaria de ropa para exponer y tratar las lesiones.

El procedimiento se simple:

  • Exponga la herida y determine si el torniquete es necesario. Si es así, se aplica directamente sobre el uniforme o piel siempre por encima de la lesión, es decir entre la herida y el corazón para asegurar su acción mecánica.
  • Verifique que el sangrado está controlado. Cuando sea posible, se debe evaluar el pulso distal.
  • Si el sangrado persiste o el pulso distal todavía está presente, considere apretar más el torniquete o el uso de un segundo torniquete, pegado “lado a lado” al primero – sin retirarlo -, para eliminar tanto el sangrado como el pulso distal.
  • En el mismo torniquete o con algún elemento indeleble indique con claridad la hora de colocación del torniquete pues ello será de utilidad para el personal que continúe con el cuidado del herido.

Los torniquetes deberían permanecer en su lugar hasta que el herido haya sido transportado al punto de evacuación. Una vez que el herido ha sido transportado al sitio donde se anticipa se producirá la evacuación, y en cualquier momento en que sea movilizado, revalúe cualquier torniquete previamente aplicado.

Si la evacuación está retrasada significativamente (más de dos horas) el personal de sanidad debería tomar la determinación si el torniquete debe ser soltado y reemplazar el control del sangrado mediante alguna otra técnica.

Sin embargo, es necesario enfatizar que no hay evidencia que los torniquetes hayan causado la pérdida de ninguna extremidad en cientos de aplicaciones.

Si se toma la decisión de retirar un torniquete – exclusivamente por personal de sanidad – debe asegurarse de completar cualquier reanimación con fluidos requerida previo a la discontinuación del torniquete.

No es necesario retirar completamente el torniquete, sólo soltarlo. Esto permite su replicación si la hemorragia no puede ser controlada por otros medios.

EL PASO A PASO EN LA COLACION DE UN TORNIQUETE TÁCTICO

¿Cuáles son los errores más comunes en el procedimiento de colocar un torniquete?

  • Esperar mucho tiempo para aplicarlo. Esto haría que la persona pierda mucha sangre y entre en shock.
  • No colocarlo en el lugar correcto o sin estar bien apretado. Uno de los factores más importantes para el éxito del torniquete es la tensión de la venda. Si el torniquete está mal hecho, la hemorragia no se detendrá.
  • No aplicar un segundo torniquete. La mayoría de las veces, un torniquete es suficiente pero en determinadas circunstancias hace falta la colocación de otro suplementario.

En una situación ideal deberíamos contar con un torniquete táctico – como el que más arriba se ilustró – y de los que hay varios modelos y confecciones comerciales pero lo cierto es que también exista la posibilidad que no tengamos esa disponibilidad y en el caso de tener que emplearlo deberemos confeccionar uno de circunstancia que cumplirá su cometido de idéntica manera.

A manera de enunciación podremos usar, por ejemplo, nuestro cinturón, correa portafusil, correaje en general, algún tiro de la mochila, etc.

Lo que hay que tener en cuenta es que el material resista y que su sección (ancho) no lastime o corte los tejidos del herido motivo por el cual deberemos descartar el uso de cordones, cables o alambres, etc .

CONCLUSIONES

La atención de los  heridos en el campo de combate en un proceso que nos concierne a todos, a los combatientes con nuestra preparación en primeros auxilios, y con nuestros propios equipos de primeros auxilios, al personal de sanidad, a los operadores de equipos de comunicaciones, y al personal que interviene para lograr la extracción del herido para  llevarlo a los lugares de atención de mayor complejidad, y que redundara el darle la mejor expectativa y condición para su tratamiento en el escalón sanitario superior.

Los conocimientos sirven para el campo de combate, pero también para operaciones militares de paz, y en actividades de apoyo a la comunidad. La responsabilidad primaria es del propio combatiente, preparado y entrenado, y desde ahí sube hasta el personal específicamente adiestrado en conocimientos médicos.

Fuentes:

  • FUNDAMENTOS DE LA ASISTENCIA DE HERIDOS EN COMBATE de Robert T. Gerhardt, MD, MPH, FACEP, FAAEM, LTC, US Army; Robert L. Mabry MD, FACEP, MAJ(P), US Army; Robert A. De Lorenzo, MD, MSM, FACEP, COL, US Army y Frank K. Butler, MD, FACS, CAPT, US Navy (Ret). (2) y (3)
El Infante

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