Extracto de la nota del sitio de Fundación Marambio:
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Su unidad había sido ubicada primero en el monte Kent, para después ser enviada a Darwin, pero una sección compuesta mayormente de personal de cuadros, con BARUZZO incluído, se quedó en la zona, al mando del Teniente Primero GORRITI.
En los días previos al ataque contra monte Longdon, los bombardeos ingleses sobre esa área se habían intensificado. El mismo Baruzzo fue herido en la mano por una esquirla.
En una de las noches, el cabo oyó gritos desgarradores, a pesar del cañoneo, salió de su pozo de zorro y encontró a un soldado con la pierna destrozada por el fuego naval enemigo.
Sin titubear, dejó su fusil y cargó al herido hasta el puesto de enfermería, tratando de evitar que se desangrara. Lo peor aún estaba por venir.
Allí, en medio del fragor, la sección de BARUZZO ya se había replegado hacia el monte Harriet, sobre el cual los ingleses estaban realizando una acción envolvente.
Varios grupos de soldados del Regimiento 12 y 4 quedaron aislados.
El Teniente Primero Jorge ECHEVERRÍA, un oficial de inteligencia de esta última unidad, los agrupa y encabeza la resistencia; BARUZZO se suma a ellos y ve al oficial parapetado detrás de una roca, disparando su FAL.
BARUZZO despoja a uno de los caídos británicos de su visor nocturno. “Ahora la diferencia en recursos ya no será tan despareja”, piensa.
Con el visor va ubicando las cabezas de los ingleses que asoman detrás de las rocas, y tanto BARUZZO como su jefe afinan la puntería.
Los soldados de «Su Majestad», por su parte, los rocían de plomo e insultos.
Las balas trazantes pegan a centímetros del cuerpo del oficial, hasta que finalmente este es herido en la pierna y cae en un claro, ya fuera de la protección de la roca.
Cuando BARUZZO se le quiere acercar, un inglés surge de la oscuridad y le tira al cabo.
Yerra el primer disparo, aunque la bala pega muy cerca, pero antes de que pueda efectuar el segundo, ECHEVERRÍA, disparando desde el suelo, lo abate.
Otro inglés le tira a ECHEVERRÍA, pero BARUZZO lo mata de un certero disparo.
Cerca de ellos, el Soldado Conscripto GOROSITO pelea como un león. Los adversarios están a apenas siete u ocho metros uno del otro y sólo pueden verse las siluetas en los breves momentos en que alguna bengala ilumina la zona.
ECHEVERRÍA está sangrando profusamente: tiene tres balazos en la pierna.
El joven Cabo Primero -de apenas 22 años- con el cordón de la chaquetilla del oficial, le hace un torniquete en el muslo. La pierna de ECHEVERRÍA parece teñida de negro y también luce negra la nieve a su alrededor.
El Teniente Primero dice empero, que no siente nada, solo frío; BARUZZO trata de moverlo.
ECHEVERRÍA se levanta y empiezan a caminar por un desfiladero, mientras a su alrededor siguen impactando las trazantes.
De repente, detrás de un peñasco, entre la neblina y las bengalas, surge la silueta de un inglés, quien dispara, y le da de lleno a ECHEVERRÍA; BARUZZO contesta el fuego y el atacante se desploma muerto.
Esta vez ECHEVERRÍA había sido herido en el hombro y el brazo: una sola bala le causo dos orificios de entrada y dos de salida.
El Teniente Primero cae boca abajo y BARUZZO ve que le está brotando sangre por el cuello.
“¡Se me está desangrando!”, se desespera el cabo.
“El es uno de mis más grandes orgullos. Un hombre de un coraje impresionante. Allí, con cinco heridas de bala, estaba íntegro, tenía una tranquilidad increíble, una gran paz. Con total naturalidad, me ordenó que yo me retirara, que lo dejara morir allí, que salvara mi vida. Me eché a llorar. ¿Cómo iba a hacer eso? ¡Yo no soy de abandonar! ¡Y encima a este hombre, que era mi ejemplo de valentía!
Tenía conmigo intacta la petaquita de whisky que la superioridad nos había dado junto a un cigarrillo; es que yo no bebo ni fumo. Y le di de tomar. «Eso sí que está bueno», me comentó. En cierto momento, no me hablaba más, había perdido el conocimiento. La forma en que sangraba, era una guarangada. Lo cubrí, lo agarré de la chaquetilla y empecé a arrastrarlo.”
En esas circunstancias, súbitamente, BARUZZO se vio rodeado por una sección de Royal Marines del Batallón 42.
Sin amilanarse, desenvainó su cuchillo de combate, pero uno de los ingleses con el caño de su fusil le pegó un ligero golpe en la mano, como señalándole que ya todo había terminado.
BARUZZO, cubierto de pies a cabeza con la sangre de ECHEVERRÍA, dejó caer el arma y el mismo soldado enemigo lo abrazó con fuerza, fraternalmente. “Eran unos señores”, comenta el cabo.
Al amanecer, al ver que no tenía heridas graves, sus captores le ordenaron que, con otros argentinos, se dedicara a recoger heridos y muertos. “Yo personalmente junté 5 ó 6 cadáveres enemigos”, me cuenta BARUZZO. “¡Pero en Internet los ingleses dicen que en ese combate sólo tuvieron una baja!”
ECHEVERRÍA fue aerotransportado en helicóptero por los británicos al buque hospital HMS “Uganda”; sobrevivió, recibió del Ejército Argentino la medalla al Valor en Combat
Calle en su nombre y busto en reconocimiento en Riachuelo, Provincia de Corrientes, su ciudad natal.