Por el Teniente Primero MARTIN EDUARDO GASSINO
Publicado el 08 de agosto de 2020 por: LA PRENSA DIGITAL
Esta es la historia de la heroica reconquista de Buenos Aires por parte de los cuerpos militares criollos y de sus propios habitantes. Fue sin dudas la primera epopeya de la defensa de nuestro suelo en la que se triunfó derramando la sangre de soldados y del pueblo, que juntos abonaron la tierra en la que germinaría la argentinidad soberana.
En estos hechos encontraremos verdaderos ejemplo de coraje, intrepidez y liderazgo que tenemos la obligación de rememorar. Los valores de aquellos hombres, militares y civiles, abrieron el paso a nuestra futura independencia como nación, y hoy deben inspirarnos para seguir construyendo, bajo su luz, un futuro próspero y soberano.
LA INVASION
A inicios del siglo XIX, Inglaterra se encontraba en una delicada posición económica, la independencia de los Estados Unidos en 1776, fue un severo revés para su comercio. Escenario que empeoró aun más en 1789 con la Revolución Francesa, y con la llegada al poder de Napoleón Bonaparte. Gran Bretaña precisaba materias primas y comercializar su producción industrial. Por lo cual pusieron los ojos sobre el Río de la Plata, luego de tomar la colonia holandesa del Cabo de Buena Esperanza en Africa, enviando una expedición al mando del Brigadier William Car Beresford.
El Virrey Sobremonte, en la noche del 24 de Junio de 1806, recibió la noticia de que una flota de guerra inglesa se acercaba. Desembarcaron el 25 de junio unos 1.600 hombres al mando de Beresford, entre ellos el Regimiento 71 de Highlanders, en las costas de Quilmes. El 27 de junio el virrey aceptó la intimación del comandante inglés y entregó Buenos Aires. En la tarde de ese mismo día, las tropas británicas desfilaron por la Plaza Mayor (la actual Plaza de Mayo) y enarbolaron la bandera del Reino Unido.
Ante la pasividad de las autoridades virreinales, los vecinos de la ciudad, criollos y españoles por igual, comenzaron a armarse para defenderse por cuenta propia. En Montevideo Ruiz Huidobro y Liniers organizan, con el entusiasta apoyo de la población, las fuerzas que habrían de marchar sobre Buenos Aires, Pueyrredón reunió gran cantidad de paisanos de los partidos de San Isidro, Morón, Pilar y Luján, estableció entonces el punto de concentración en la chacra de Perdriel, propiedad del padre de Manuel Belgrano, reuniendo más de 1.000 hombres con sus caballadas.
Beresford al enterarse del reclutamiento de tropas de Pueyrredón, reaccionó inmediatamente y en la mañana del 1º agosto los atacó. Pueyrredón fue sorprendido y a pesar de la resistencia intentada por los paisanos, no tardaron en ser diezmados. A pesar de ello, Pueyrredón y sus paisanos volverían a agruparse y se incorporarían más tarde a las fuerzas que manda Liniers.
En tanto, el 3 de agosto, Liniers ordenó embarcar las tropas en Colonia. Durante el cruce del río se divisaron corbetas inglesas y se dispusieron a enfrentarlas si la ocasión fuera favorable, pero sólo se produjo un cruce de fuegos con la fragata enemiga Dolores al momento del desembarco. En la madrugada del 5 de agosto, las tropas y la artillería estuvieron rápidamente en tierra. Liniers y Gutiérrez de la Concha evaluaron que era conveniente enfrentar al enemigo en tierra y ordenaron que la tripulación de los navíos se incorporara a las fuerzas terrestres.
El 4 de agosto de 1806, decenas de embarcaciones se aproximaron a las costas de Tigre donde desembarcaron los soldados de la fuerza expedicionaria de Liniers. Las tropas llegaron hasta San Isidro donde acamparon y permanecieron en espera de que amainaran las lluvias y el viento desatados.
Beresford apreció que lo mejor sería enfrentar a Liniers fuera de la ciudad para evitar daños en el vecindario. Sus oficiales le expresaron que no sería conveniente debido al estado de los caminos y a la imposibilidad de transportar la artillería, razón por la cual se inclinó por fortalecer la defensa en terrenos llaves de la ciudad.
EL ATAQUE SOBRE BUENOS AIRES
Liniers decidió darle el ímpetu a las acciones y marchó hacia la capital, alcanzando el 10 de agosto los Corrales de Miserere (actual Plaza Once). En la ciudad, Beresford verificó con alarma la creciente hostilidad de la población. La provisión de víveres se interrumpió y los negocios y pulperías cerraron sus puertas.
La marcha de Liniers desde Plaza Miserere hacia Retiro se realizó durante la noche del 10 de agosto. La intensa lluvia complicó el desplazamiento de la infantería y de la artillería. Durante el avance comenzó la incorporación masiva y entusiasta de la población de la capital. Centenares de hombres y niños se sumaron a las filas, reclamando armas para participar en la lucha. Los cañones fueron arrastrados a pulso por cuadrillas de muchachos a través del barro, hecho que permitió a Liniers alcanzar su objetivo en la madrugada del 11 de Agosto.
Al llegar al Retiro, Liniers ordenó el emplazamiento de cañones y obuses en las entradas de la plaza, del lado de la ciudad. A su vez Beresford efectuó un desplazamiento con unos trescientos hombres y dos piezas de artillería por las actuales calles San Martín y Florida e intentó la recuperación del sitio donde se encontraban los Almacenes de Artillería pero debió retroceder. Para las fuerzas de la resistencia era importante el sostenimiento de ese lugar que les permitía nutrirse de municiones, carretones, cureñas y otros pertrechos que necesitaban. Liniers consideró que si los ingleses se refugiaban en laReal Fortaleza, sería necesario contar con cañones que brindaran la posibilidad de batir al enemigo.
La noche del 11 de agosto, muchos soldados se filtraron, con el apoyo de sus habitantes, por las azoteas de las casas, tomaron el control de la Ranchería y llegaron a una o dos cuadras de la Plaza Mayor.
El ejército de Liniers marcharía en tres columnas; la primera bajo su mando por la actual calle Reconquistay la segunda a cargo del capitán Gutiérrez de la Concha por la calle San Martín, ambas atacarían la Plaza apoyadas por la tercera columna al mando del coronel Pinedo, que avanzaría por la calle Florida y rodearía la Plaza, desplegándose por las calles Bolívar, Rivadavia y Defensa.
La hora del inicio del ataque se fijó a las doce del mediodía, pero alrededor de las ocho de la mañana un hecho precipitó el comienzo de las operaciones; la columna de Miñones avanzó hasta la Iglesia de la Merced y allí se encontró con un piquete inglés con el que entraron en combate. Los atacantes se vieron obligados a solicitar refuerzos.
La infantería avanzó haciendo fuego por las calles, apoyada desde las azoteas y las torres de las iglesias, Miñones, marineros y voluntarios, desalojaron a los ingleses del Cabildo, la Catedral y los alrededores de la Plaza. Ante el ímpetu de este ataque, Beresford retiró al Regimiento 71 de las calles y lo concentró en la Recova. Cuando la tropa inglesa cruzaba hacia la Recova, Pueyrredón y su caballería se lanzaron contra ella y le arrebataron la banderola de su gaita. La tropa de Santa Elena ya se había retirado al Fuerte, mientras Gutiérrez de la Concha recibió órdenes de Liniers de avanzar hacia la Plaza.
En ese momento toda la ciudad ya estaba en rebelión. Desde las azoteas y balcones se concentró el fuego de fusilería sobre las tropas inglesas que intentan abandonar la plaza para salvarse. Beresford enfrenta una situación desesperada. Desde todas las direcciones convergían sobre la plaza grupos de la fuerza enemiga, avanzando a través de los techos y azoteas. Uno a uno, los puestos avanzados británicos fueron aniquilados.
LA RENDICION BRITANICA
El 12 de agosto de 1806 por las calles que conducen a la Plaza Mayor, avanzan en tropel las fuerzas de la reconquista, envueltas en el humo de las explosiones y el retumbar de los disparos. Liniers había perdido el control de las operaciones; sus soldados se entremezclaron con el pueblo perdiendo el contacto con los oficiales, lanzados en un solo impulso a aniquilar al enemigo. Un diluvio de fuego se desató sobre las posiciones británicas en la plaza. Allí, permaneció Beresford de pie, con su espada desenvainada, rodeado de los escoceses del 71 ofreciendo la última resistencia. Las descargas incesantes abrieron sangrientos claros en las filas británicas. A los pies de Beresford cayó su ayudante ultimado de un balazo. El jefe inglés comprendió que ya no era posible continuar la lucha, pues sus tropas serían aniquiladas hasta el último hombre y ordenó entonces la retirada hacia el Fuerte, donde momentos más tarde izó la bandera de parlamento.
A las 3 de la tarde del 12 de agosto de 1806, cerca de mil ingleses salieron del Fuerte, precedidos por Beresford y los oficiales del Regimiento 71, desfilaron por última vez en la Plaza Mayor de Buenos Aires, arrojando sus fusiles al pie del jefe vencedor frente a las galerías del Cabildo. Beresford quedó prisionero y fue canjeado por el virrey del Perú, que se sospechaba en manos de los ingleses. Gran parte de la población se dedicó a participar de los festejos por la Reconquista, mientras otros se dedicaban a recorrer las calles y la Plaza buscando a familiares que habían perecido o permanecían heridos en los lugares de combate.
Tras la capitulación de Beresford y ante la posibilidad de una nueva invasión, el recientemente nombrado comandante de armas de la capital del Virreinato del Río de la Plata, Capitán de Navío Santiago Liniers emitió el 9 de septiembre de 1806 una proclama: «Uno de los deberes más sagrados del hombre es la defensa de la Patria que le alimenta, y los habitantes de Buenos Ayres han dado siempre la más relevantes pruebas de que conocen y saben con exactitud esta preciosa obligación». Instando al pueblo a organizarse, la cual genero una entusiasta convocatoria.
Por ello un gran número de residentes de Buenos Ayres se presentaron a tomar plaza de milicianos, sin distinción de clases. Tan numerosa fue la concurrencia, que en vez de dos batallones como se preveía, resultaron tres. Siendo el primero de ellos el Regimiento de Infantería 1 «Patricios», unidad decana del arma, que estuvo presente en los hitos más importantes de la historia de nuestra nación, participando en todas sus campañas.
Como expresamos al comenzar este relato, la reconquista de Buenos Aires encendió los valores fundacionales de la «Legión de Patricios Voluntarios Urbanos de Buenos Aires». Y depositados en ella valores fundamentales como el amor a la Patria, la vocación por ser independientes y soberanos y la pasión por la libertad. No encontraron mejor manera expresar el sentido de pertenencia que derramar sangre por la tierra en la se nace. Estos valores fueron, junto con la fe en Dios, fueron los motores que impulsaron a los Patricios en las campañas al alto Perú, al Paraguay, al Brasil, al Chaco, al Desierto y a ser testigos más recientemente de la sangre de 649 argentinos que quedaron en Malvinas dejando un centinela permanente en la turba. Desde 1806 a 1982 este Cuerpo ha dado prueba y testimonio de que esos valores fundacionales siguen siendo la esencia de nuestra nacionalidad.
* Capitán. Jefe de la Compañía Comando y Servicio `Reconquista’. Regimiento de Infantería 1 `Patricios’.